Montaje y Manejo

Dado su gran tamaño, el aparato no resultaba especialmente manejable, y evidentemente estaba más allá de las posibilidades prácticas el transportarlo a lo largo de grandes distancias o de terrenos accidentados. Por eso debía de estar reservado para situaciones de batalla especialmente estáticas (el asedio sería el caso típico), en las que se dispusiera del tiempo, efectivos humanos y materia prima necesarios para construirlo in situ.
La tecnología de que disponían para montar estos gigantes era simple pero efectiva: la base se construiría en un lugar despejado, y las estructuras superiores se levantaban con la ayuda de dos bastidores en forma de A que montaban poleas en su vértice superior. La fuerza necesaria para elevar las diversas partes podría conseguirse o bien con el concurso de muchos hombres, o bien a través de tornos accionados por unos pocos (ver vídeo abajo).





Una vez montada, la catapulta debía de tener una movilidad muy reducida. Probablemente no se la dotaría de ruedas; en primer lugar, porque complicaría estructuralmente la construcción; en segundo lugar, porque, a no ser que se calzaran muy bien la ruedas, el retroceso de la máquina implicaría una pérdida de energía en el proyectil y además, cualquier persona que estuviera cerca correría el riesgo de ser arrollada; y finalmente, y con todo lo anterior, por simples motivos de economía. ¿Cómo, entonces, se las ingeniaban para mover todo el conjunto? La opción más plausible es la que también utilizaban para mover otros artefactos de gran tamaño: una alfombra de troncos que se irían, sucesivamente, colocando delante y retirando de atrás del aparato para llevarlo (lentamente) al lugar elegido para instalarlo --un puesto lo suficientemente plano y desde el que el blanco escogido se encontrara a tiro.
Una vez en su ubicación definitiva, se retirarían los troncos de debajo y la máquina quedaría fijada al terreno por su propio peso. En ese momento, el ingenio estaría listo para ser usado.

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