Introducción

En esta pequeña disertación pretendemos hablar a vista de pájaro de las grandes catapultas romanas, de su funcionamiento y construcción, y haremos un análisis sencillo de la física que hay en ellas. Nuestro análisis parte del documental Construyendo lo imposible: la balista romana de la BBC, que analizaremos en la segunda parte del trabajo. Hemos procurado consultar las fuentes que allí se citan, que son dos: el arquitecto e ingeniero latino Marco Vitruvio Polio, del siglo I adC, y el ingeniero tracio Filón de Bizancio, que desarrolló su carrera científica en la floreciente Alejandría del siglo III adC.
De la gran obra de Vitruvio, los diez libros que componen Acerca de la Arquitectura, hemos hallado una excelente reproducción en esta página web, que ofrece una
traducción al inglés estupendamente anotada (la traducción misma es algo antigua y trabajosa de leer, pero el webmaster asegura que, al menos, la terminología es rigurosa). En cuanto a Filón, por desgracia no hemos hallado copia de su Belopoeica ni de la Poliorcética, así que nos quedaremos con las ganas de comentarlo... Por lo demás, siempre recomendamos una visita a la wikipedia, preferiblemente a la versión inglesa, que, si bien no garantiza rigor ni completitud, suele suplirlo con las habituales dosis de entusiasmo (que no es poco).
Hablando ya de lo que nos ocupa, sabemos que el uso de grandes máquinas bélicas en la Antigüedad era más bien esporádico. Prácticamente cualquier ejército que se considerara moderno contaba con máquinas pequeñas, de un tamaño comparable al de un hombre, como balistas montadas en carros, o las menores cheirobalistas (ballestas de mano), pero la presencia de ingenios verdaderamente grandes podía considerarse excepcional. En el ejército romano solían estar asociados a ciertas legiones, que disponían de los conocimientos o el activo humano necesario para construirlos y manejarlos. La gran balista, que nos ocupa, era exclusiva de la X Legión, Fretensis, que fue creada por Augusto y estaba asentada en la provincia oriental de Palestina.





Se trataba de una gran máquina
(8 m de alto medían las utilizadas en la Primera Guerra de los Judíos, entre el 66 y el 73 ddC) que utilizaba la torsión de un par de haces de soga para lanzar proyectiles pesados a grandes distancias (ver una explicación más detallada aquí). Las había de tamaños muy variados; Vitruvio nos da las proporciones para un abanico de ellas, y señala que eran los griegos quienes habían desarrollado todo ese conocimiento (la mayor, por cierto, de las que habla el ingeniero de Augusto, era capaz de lanzar proyectiles de 85 kg y pesaba del orden de 90 toneladas métricas). Obviamente, un ingenio de esas dimensiones era difícil de maniobrar y no resultaba útil en todas las situaciones de batalla; su papel era el de armamento de desgaste en las contiendas que no exigían movimiento, como el ataque o defensa de una plaza fuerte. Y es en un asedio, el de la fortaleza de Masada en Palestina (año 70 ddC) cuando tenemos el uso más notorio y documentado de ellas (José Flavio, "Las guerras de los judíos").



En lo que a la estructura de este texto se refiere, lo hemos organizado en dos partes: en la primera pretendemos describir el funcionamiento y construcción de una de esas grandes balistas. A modo de (segunda) introducción, comenzamos repasando algunos conceptos físicos básicos que después nos serán de utilidad. Después detallaremos por separado las partes más interesantes de la máquina, y finalmente hablaremos brevemente de su construcción y manejo. Acabaremos la primera parte con algunos cálculos sencillos en torno a unos comentarios puramente históricos que se hacen en el documental.
Y precisamente al documental está dedicada la segunda parte. A la luz de la discusión anterior, analizaremos la reconstrucción que plantean los autores; veremos los problemas que tuvieron, cómo los solucionaron, y qué luz arroja ese interesante experimento sobre la realidad histórica de las balistas antiguas.

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